Uno da vueltas a las cosas y, a veces, son las cosas las que nos dan vueltas a nosotros.
La vida es contradictoria en sí misma: el amor se esconde, mientras que la guerra se exhibe como trofeo.
En general, la vida es emoción, ya sea buena, mala, regular o peor. La mente necesita de la emoción para vivir o, al menos, para sobrevivir.
Es complicado ser positivo —o incluso neutral— en un sistema diseñado para sobreestimularte y luego venderte la solución.
En el capitalismo extremo, todo se mercantiliza, incluso las emociones. América siempre ha vendido estilos de vida a través de espejos y humo, ofreciéndote una “felicidad” etérea, “money mágica”, un ideal vacío.
La consigna es estar en la cima, por encima de todos. Conseguir más y más dinero, aunque necesites cien vidas para gastarlo. Acumulemos más, sigamos expandiendo mis emociones a costa del planeta, todo por una fracción de dopamina.
Que se sigan sintiendo superiores quienes acumulan por encima de las posibilidades del planeta. Su adicción favorita no solo los destruye individualmente: nos destruye a todos un poco. Los micro plásticos en mis pelotas probablemente lo puedan confirmar. Es el salvajismo económico que duele mirar, pero que hay que mirar y decir: bitch, esto hay que solucionarlo de alguna manera.
Se entiende que las necesidades básicas y el plástico van ligadas. Pero se trata de un uso inteligente del recurso, no de un uso porque sí. Fabricar por fabricar es pura bobería.
A todo esto el mensaje es, ¿ podríais tratar vuestra adicción y avaricia? porque esto es como cuando intervienes a alguien que esta enganchado al farlopa y le dices neng, la estas cagando, te queremos mucho bro, pero no necesitas seguir haciendo esto, te vamos apreciar igual tengas 100billones que 100 euros bro, chill. deja la droga, o comparte😜.



