Capitalismo Salvaje, Veneno en la sangre. PARTE 1




Confié. Leí lo que muchos leyeron: natural, seguro, efectivo. No imaginé que un suplemento que se vende en cualquier tienda pudiera sabotearme durante años. No imaginé que acabaría perdiendo no solo la libido, sino el orgullo, la motivación, la conexión con la gente, la alegría simple de estar vivo.

Son quince años de autotortura, de vivir en un mundo plano, de hacer cosas de locos para poder sentir algo. Quince años que pesan. Y a pesar de que hay muchos testigos, el síndrome no es oficial, no está reconocido, y el producto sigue a la venta


como si nada.

Este no es solo un testimonio personal. Es una denuncia al sistema que permite vender veneno emocional con etiquetas ecológicas.

Veneno en la sangre para el alma. Veneno en la sangre para el cuerpo. Mi persona se fue desvaneciendo. Mis gustos fueron perdiendo su gusto, y un riff de Metallica no lograba arrancar emoción alguna en una piel que antes se agallinaba al mínimo solo de Jimi Hendrix.

En mi lucha, mi cerebro buscó culpables para el derrumbe y la desgana: Bueno, ya no me gusta... habré madurado... o ya estoy más yayo... Esa era una de las cientos de excusas que mi mente generaba para explicar su malestar, su incapacidad de disfrutar lo que antes disfrutaba con facilidad.

Me volví una persona fría e insensible, incapaz de amar ni lo más mínimo. Los recuerdos de amores pasados pasaban por mi mente como si hubiera una capa de teflón que lo recubriera todo, que no me permitía sentir, ni siquiera el orgullo de mis propios recuerdos: la felicidad pasada, los logros obtenidos, los besos y abrazos recibidos... Nada. Todo se disipaba y desaparecía.

El cuerpo, en busca de cualquier emoción mínima, necesitaba un detonante grande para sentir lo más básico. Por eso, cualquier actividad ilegal era casi bienvenida. Cualquier comportamiento que llevase a una emoción intensa. Por ejemplo, intentar ligar con la novia de un amigo: no ilegal, pero moralmente muy cuestionable y emocionalmente prohibido.

Mis pasiones fueron desapareciendo. Mis ganas de todo, también. Al final, encerrado, empujando a todo el mundo fuera de mi vida, me quedé solo.

Y ahora, ¿qué les digo a esa gente que maltraté?
¿Que era mi trastorno lo que me impedía amar o creer en algo?

Porque claro... ¿soy culpable de lo que hice? ¿O solo responsable?
¿Me exime de culpa el trastorno?

No. No justifica mis malas acciones. Por supuesto que no.
Pero las explica.
Y con eso, me vale.

Que el sistema capitalista te venda algo que mata tu impulso vital y luego te culpe por no ser productivo es una perversión que merece ser quemada a cielo abierto.

llevo incluso 3 años distanciado de este blog, de las redes sociales y de la información en general, mi cabeza era incapaz de procesar nada ni mis emociones eran capaces tampoco.

 FIN DE LA PARTE 1

el veneno en cuestion, se llama ...

                                        SAW PALMETTO:
 Entre las emociones que han vuelto en este ser, la Rabia de justicia es una de ellas. la RABIA ROJA HA VUELTO.

 

Otros articulos antiguos : EL MONOPOLY DE FRANCO 

Sergio. A.B 

Publicar un comentario

Artículo Anterior Artículo Siguiente